Listar por autor "Dahl, Roald"
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La señora Bixby y el abrigo del Coronel
Dahl, RoaldAmérica es la tierra de la oportunidad para las mujeres, quienes, poseedoras ya de alrededor del ochenta y cinco por ciento de la riqueza del país, en breve se habrán hecho con su totalidad. El divorcio se ha convertido en una operación lucrativa, de sencillo arreglo y fácil olvido, que las hembras ambiciosas pueden repetir cuantas veces gusten negociando beneficios que alcanzan cifras astronómicas. La muerte del marido también aporta recompensas satisfactorias, y algunas señoras prefieren confiar en ese expediente: saben que la espera no será demasiado larga, pues el exceso de trabajo junto con la hipertensión no tardarán en llevarse al pobre diablo, llamado a expirar ante su escritorio con un frasco de benzedrinas en una mano y una caja de tranquilizantes en la otra. (Tomado del libro) (Fecha de reseña: 26/11/2015)
Formato: DOC (Word 97-2003)
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La subida al cielo
Dahl, RoaldLa señora Foster había sufrido toda su vida un miedo casi patológico a perder trenes, aviones, barcos, y hasta telones, en los teatros. Aunque en otros aspectos no era una mujer particularmente nerviosa, la sola idea de llegar con retraso en ocasiones como las enumeradas la ponía en un estado de excitación tal que le daban espasmos. No era cosa de mucha importancia: un pequeño músculo que se le agarrotaba en la esquina del ojo izquierdo, como un guiño secreto. Lo enojoso, sin embargo, era que la contracción se negaba a desaparecer hasta cosa de una hora después de alcanzado sin novedad el tren, o el avión, o lo que hubiera de tomar. (Tomado del libro) (Fecha de reseña: 26/11/2015)
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Tatuaje
Dahl, RoaldEn el año 1946 el invierno fue muy largo. Aunque estábamos en el mes de abril, un viento helado soplaba por las calles de la ciudad. En el cielo, las nubes cargadas de nieve se movían amenazadoras. (Tomado del libro) (Fecha de reseña: 26/11/2015)
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La venganza es mía S.A.
Dahl, RoaldCuando me desperté, estaba nevando. Supe que estaba nevando porque había una especie de resplandor en la habitación y afuera todo estaba en silencio. De la calle no llegaban ruidos de pisadas ni de neumáticos; sólo de los motores de los coches. Alcé los ojos y vi a George, con su bata verde, inclinado sobre la cocina de petróleo, preparando el café. (Tomado del libro) (Fecha de reseña: 26/11/2015)
Formato: DOC (Word 97-2003)
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William y Mary
Dahl, RoaldWilliam Pearl no dejó mucho dinero al morir, y su testamento era sencillo. Con la excepción de unas pocas donaciones destinadas a parientes, legaba todos sus bienes a su esposa. (Tomado del libro) (Fecha de reseña: 26/11/2015)
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