El prejuicio tiene algo en común con los ideales, las creencias y la fe. Nosotros debemos ser capaces de pensar juntos; pero nuestros prejuicios, nuestros ideales, etcétera, limitan la capacidad y la energía que se requiere para pensar, para observar y examinar juntos a fin de descubrir por nosotros mismos qué hay detrás de toda la confusión, la desdicha, el terror, la destrucción y la tremenda violencia en el mundo. Para comprender, no sólo los meros hechos externos que ocurren, sino también la profundidad y significación de todo ello, tenemos que ser capaces de observar juntos no que ustedes observen de un modo y quien les habla de otro, sino observar juntos la misma cosa. Esa observación, ese examen se obstaculiza si nos aferramos a nuestros prejuicios, a nuestras experiencias particulares o a nuestra particular comprensión. Pensar juntos es tremendamente importante, porque tenemos que enfrentarnos a un mundo que se está desintegrando y degenera rápidamente, un mundo en el que no hay sentido alguno de moralidad, donde nada es sagrado, donde nadie respeta a nadie. Para comprender todo esto, no sólo de manera casual, no sólo superficialmente, tenemos que penetrar en las profundidades de ello, en lo que hay detrás. Tenemos que investigar por qué después de todos estos millones de años de evolución del hombre, ustedes y todo el mundo se han vuelto tan violentos, tan insensibles y destructivos, por qué toleran las guerras y la bomba atómica. El mundo tecnológico se desarrolla