Diosa de granito

Abstract

Cuando llegó al risco superior del antebrazo, Marten se detuvo a descansar. La subida no lo había agotado, pero la barbilla aún estaba a kilómetros de distancia y quería ahorrar fuerzas para el ascenso final hasta el rostro. Miró el camino que había recorrido: la cuesta del risco ahusado del antebrazo hasta la losa de la mano, de un kilómetro y medio de ancho; los dedos de la giganta de granito internándose en el agua como promontorios esculpidos. Vio la lancha alquilada cabeceando en la bahía azul entre el pulgar y el índice y, más allá de la bahía, la superficie titilante del mar meridional. Tomado del texto original Fecha de reseña: 21/06/2016