El buen Leviatan
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El buen Leviatan
Resumen
Le habían bautizado el Gargantúa (naturalmente, sin ceremonia alguna, pues ningún sacerdote hubiera corrido el riesgo de comprometerse rociándole con agua bendita). Pero los apodos con los que se viera abrumado mucho antes de su nacimiento, se referían todos a criaturas repelentes. Para los pescadores de la costa atlántica era el «maldito» o el «monstruo». Para los cultivados, «Moby Dick». El dragón pestilente, para los románticos, y, para algunos, el Leviatán. Y fue este último mote el que perduró, el de una criatura vomitada por el infierno. Se lo habían adjudicado sus enemigos más encarnizados cuando todavía era sólo un fantasma, una imagen confusa surgida cierta noche de insomnio en el cerebro fecundo de Madama Bach, imagen a la que pronto dio cuerpo en croquis, planos, luego en maquetas, enriquecida por el cúmulo de consideraciones técnicas y financieras que siempre acompañan a la gestación de un audaz proyecto industrial y coreada por las furiosas protestas que, invariablemente, se reserva a toda innovación.
Tomado del texto original.
Fecha: 01/12/2016
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