Desarrollo juvenil positivo: un compromiso, una oportunidad, un reto

Abstract

Con solo 11 años, Malala Yousafzai reivindicó públicamente la necesidad de que las niñas pudieran acceder a la educación, y en el 2014 ganó el Premio Nobel de la Paz. Greta Thunberg, una joven sueca de 15 años, iba todos los días al parlamento de su país para protestar por la falta de acción frente al calentamiento global y generó todo un movimiento internacional. Estos son solo dos ejemplos del importante papel que los jóvenes cumplen en la sociedad y de su relevancia como grupo social único y particular, que impacta en todas las esferas del quehacer humano. Sin embargo, durante mucho tiempo, en la disciplina psicológica predominó una visión “deficitaria”, que pasaba por alto los potenciales de desarrollo de los jóvenes, y el papel de los contextos en la configuración de este desarrollo. El modelo del Desarrollo Juvenil Positivo (PYD, por sus siglas en inglés) emergió como una alternativa que aporta una mirada nueva, centrada en la promoción más que en la reparación. Este modelo agrupa diferentes enfoques que conciben a los niños y jóvenes como individuos que tienen fortalezas y que se desenvuelven de manera positiva cuando en el contexto en el que viven e interactúan, se promueve su desarrollo óptimo y saludable a través de los diversos recursos disponibles. Así, el PYD ha aportado una visión exhaustiva de las principales competencias que se deben estimular y de los factores contextuales que las promueven o las limitan.